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Geometría Oculta (Museu Belas Artes de São Paulo - Exposición Individual)

Desde siempre nuestra visión ha sido entrenada para reconocer, encontrar patrones, identificar formas; nuestro pensamiento, para nombrar, asociar, inferir, concluir. Es así que aprendemos a movernos por el mundo, que hacemos sentido de él: el mundo se vuelve habitable al tornarse familiar. Pero hay ocasiones en las que lo que se nos muestra nos descoloca y nos obliga a mirar dos veces. Geometría Oculta opera precisamente en ese territorio de lo ambiguo.

Vea más Geometría oculta clicando acá: https://adobe.ly/3wfnzh7 Por Natalia Costa Rugnitz y Daniela Kaplan

 

A primera vista y a la distancia las obras pertenecen mayormente al universo de la abstracción: explosiones cromáticas, texturas intrincadas, trazos sueltos que remiten a lo caótico. Hay algo que evoca a la action painting: desborde, movimiento, libertad, energía, salpicaduras, capas yuxtapuestas de colores. En fin, expresión pura. El resultado: un desorden que, en las antípodas del ideal griego, contiene la peculiar cualidad de volverse algo bello.  


Pero al observar de cerca (y vale anotar desde el principio que este juego con el espacio es fundamental) irrumpe lo inquietante. Lo que se vislumbra es de algún modo familiar. Pero solo de algún modo. Sabemos que hay algo de realidad, aunque no podamos decir exactamente qué. Y entonces, en un momento, el ojo enfoca y ve perfilarse siluetas y contrastes hasta que lo descubre: es agua. La gratificación que esto genera, que es una mezcla de sorpresa y admiración, causa un impacto anímico casi lúdico. Es como si hubiéramos resuelto un acertijo.


El objeto retratado en esta serie, digámoslo ya, es el mar en furia. La perspectiva en la que se muestra es, no obstante y a falta de mejor epíteto, insólita. El artista descompone el mar. Lo arranca de contexto. El mar es y no es el mar porque la obra lo desarma, lo fragmenta y, así, lo desdobla en un nuevo pliegue.


Esta complejidad dispara múltiples lecturas. La que escogemos aquí es la que tiene que ver con una materia que parece esforzarse por volverse geometría.


En efecto, la materia asume aquí configuraciones esféricas o se encuentra en una transición plástica que tiende hacia ellas. En las gotas de agua suspendidas en el aire, tras lo que se intuye (acertadamente) ha sido un choque violento, la abstracción empieza a ceder terreno a la figuración al ritmo de una geometría que avanza.


Lo fantástico es que esta mezcla de azar e intención es, a diferencia de lo que sucede en el dripping, un gesto que no pertenece del todo al artista, sino a la naturaleza. Al artista pertenece, sí, la sutileza de identificar el fenómeno. ¿Qué hay de especial en su modo de ver que le permite distinguir, contra toda inercia, algo arcano en lo cotidiano? ¿De qué manera es que ha logrado, luego, revelar lo descubierto a la mirada ajena? Eso desde el punto de vista de una reflexión sobre el accionar del artista.


En cuanto al espectador, ante obras como las de Geometría Oculta es espontáneo preguntarse cómo fue posible capturar el fenómeno, tanto en relación con lo que precede al ejercicio práctico, como al ejercicio práctico en sí mismo. La primera provocación en Geometría Oculta es identificar qué estamos viendo, la segunda es comprender cómo se ha hecho para abrir la puerta que lleva a lo encapsulado.


Llamemos a esto el “misterio de la técnica”.


Ensayemos una definición:


En lo que toca al espectador entendemos por misterio de la técnica el estado subjetivo suscitado por ciertas obras de arte que consiste en una incertidumbre sobre el proceso del artista. No se trata de un simple desconocimiento sobre los “pasos” implementados durante la ejecución de la obra: el misterio de la técnica implica la inquietud acerca de “procedimientos”. Pero no se reduce a él. Es decir: cuando hablamos de “técnica” están incluidas las acciones o experiencias que tienen lugar en la interioridad del artista antes de la ejecución de la obra.


Cabe anotar, además, que la imposibilidad inicial de comprender la técnica -en el doble sentido recién mencionado- no es frustrante, sino seductora, ligada a la curiosidad. Por eso el uso del término “misterio”.


Así, el misterio de la técnica es un acontecimiento eminentemente cognitivo, porque ¿qué es la curiosidad sino deseo de entender? Claro que la curiosidad tiene valencias emocionales, pues carga un componente, digamos, de entusiasmo (¿y qué es el entusiasmo sino una emoción?). El sustrato, sin embargo, no es tanto la impresión sensorial, sino la tensión que se genera cuando el pensamiento se encuentra con un límite difícil atravesar.


Por último, el observador no es succionado a un estado de contemplación pasiva, de reposo y "placer tranquilo". Es, más bien, empujado a un movimiento intelectual que se perpetúa como tal aunque la inteligencia escoja sostenerse en el misterio, en vez de resolverlo. De hecho, cuánto más logre la inteligencia mantenerse en el misterio y cuando más se sumerja la mirada en los detalles de la composición, tanto más intensa y rica será la experiencia estética.


En el caso de Geometría Oculta, sucede exactamente esto: incertidumbre, curiosidad y consiguiente deseo de saber, todo permeado del componente de fascinación.


Contemplada desde lejos, por ejemplo, Venus muestra lo acuático de un modo más patente. En su caso, la proximidad es el lugar del misterio. En Ruptura, no obstante, la experiencia de misterio opera en el doble juego espacial, es decir a la distancia y en la proximidad. con la misma intensidad.



En Volcano, el misterio impregna la composición de inmediato y casi por completo.



Y todo esto instiga porque parece inconcebible que el objeto retratado sea el océano.


Esta incertidumbre, este conjunto de sospechas que coexisten con el estado de fascinación propio del misterio de la técnica derivan en el pinchazo que invita a reflexionar sobre el acto mismo de mirar, sobre nuestra relación con el mundo visible y, en última instancia, sobre la complejidad que late en la esencia misma del universo.


En este contexto lo que surge es un vértigo, quizá semejante a aquel del que habla Borges. Dice Borges:

 

El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa … era infinitas cosas.... Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto … vi vapor de agua, vi … la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra … y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Jorge Luis Borges (1945)

 

Geometría oculta proyecta a una perspectiva minúscula del océano, donde todo parece estar contenido en todo en una especie de “infinito invertido” que se abre no hacia lo marco, como en el cielo nocturno, sino hacia lo pequeño. Geometría oculta revela un microcosmos.




Esto suscita una paradoja: las obras muestran algo que siempre ha estado allí, que conocemos de sobra pero que nunca antes habíamos visto.


En esta tensión hay una riqueza inusual. Y esta tensión constituye gran parte del valor de las piezas. Porque el arte -y en especial, la fotografía- no solo espeja el mundo. En algunos casos lo desmenuza y lo proyecta a latitudes nunca antes visitadas. Geometría Oculta es uno de esos casos.

 

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SOBRE LAS AUTORAS:


Natalia Costa Rugnitz es doctora y magíster en Filosofía por la Universidad de Campinas (Brasil) y licenciada en Humanidades por la Universidad de Montevideo. Con instancias de investigación en la universidad de Stanford y Tubinga, su formación se centra en la estética y la metafísica clásica, tópicos a los que se suma, actualmente, la filosofía de la tecnología y del arte generativo. Es profesora de Ética Digital en la Universidad Católica del Uruguay y se desempeña como productora, traductora y coordinadora en la industria cultural.


Daniela Kaplan es doctoranda en Estudios Humanísticos en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y magíster en Arte, Museos y Gestión del Patrimonio Histórico por la misma institución. Es licenciada y profesora de Historia por la Universidad de Montevideo, así como diplomada en Arte y Cultura por la misma casa de estudios. Se desempeña en la industria cultural, actuando en diversas áreas como la divulgación, la producción y la coordinación editorial de libros de arte y cultura. Sus líneas de investigación y su producción reciente se centran en la historia del arte, con especial énfasis en las artes plásticas.


@ricardo.s.franco

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